(...) La alergia a la teoría neoclásica empieza casi siempre por una reacción contra el homo oeconomicus, personaje frío y calculador con el que cuesta identificarse. El problema es que la gran mayoría de los críticos no va mas allá de esa alergia, lo que les conviene a los neoclásicos, ya que pueden entonces decir: “estamos totalmente de acuerdo con ustedes. Es obvio que la gente no calcula todo el tiempo, que muchas veces actúa de manera irracional, con generosidad, etc.. Pero todo modelo, o toda teoría, supone ciertas simplificaciones, y nuestra tarea de economistas es de concentrarnos en la parte calculadora de la gente, que también existe y puede ser importante”. Hasta Marx supone que el capitalista, grande o pequeño, es un frío calculador, o que el trabajador lucha para ganar más.
(...) El economista neoclásico de base casi nunca razona con funciones de utilidad o de producción – cuyo papel es esencialmente ideológico (tratar de dar una base “científica” a la idea que de la elección individual sale el bienestar colectivo). Lo que hace, es “darse” una curva de demanda y una de oferta, y después trata de decir cosas sobre el punto donde esas curvas se cortan (el equilibrio), generalmente desde una perspectiva normativa (mostrar, por ejemplo, que la “competencia” es mejor que todo). Pero como estamos tan acostumbrados a utilizar ese tipo de curvas – por ejemplo, en algunos trabajos econométricos, sobre la demanda de diversos tipos de bienes – uno puede preguntarse si no hay algo que valga la pena conservar de todo eso. Podemos observar que los grandes clásicos de la economía – como Smith, Ricardo, Mill, Marx, que seguro sabían algo de demanda y oferta – no sintieron la necesidad de hacer dibujos de ese tipo. ¿Por qué nosotros tendríamos entonces esa necesidad?
(...) La teoría neoclásica se parece mucho a las especulaciones de los escolásticos – las matemáticas reemplazando al latín. En su caso, la especulación es sobre el comportamiento de individuos (o “agentes”) puramente imaginarios, ya que los parámetros que los caracterizan no se deducen de la observación ni de los datos disponibles, que toman decisiones en “mercados” todavía más imaginarios.
(...) Lo mas apropiado sería presentar esa teoría en un (gran) curso de historia del pensamiento económico. La perspectiva histórica, el contexto en el cual aparecen los conceptos, siempre ayuda para entenderlos – sobre todo en el caso neoclásico, donde las presentaciones usuales oscurecen todo con las matemáticas.
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